valle del itata


Sus particulares características climáticas propias del Secano Interior -con montañas, costas y valles- le permiten al Valle del Itata ostentar uno de los suelos más privilegiados y tradicionales de Chile y Latinoamérica. Seis climas y casi 40 variedades de cepas han cobrado vida en esta tierra en la que hoy trabajan más de 5.000 productores.
La Mesa del Vino Ancestral es un esfuerzo público y privado que representa a los más endémicos productores y viñateros del Valle, que han cuidado y atesorado centenarias viñas de generación en generación.
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El Valle del Itata, en plena Cordillera de la Costa en la región de Ñuble, es un trozo aún vívido de la historia vitivinícola chilena. Un “Valle de oro”, en vías de convertirse en capital mundial del vino ancestral, que ha sido centenario en su tradición vinificadora desde la época de los misioneros, en plena conquista.
En pleno Secano Interior, sus particulares características climáticas -con montañas, costas y valles- le permiten ostentar uno de los suelos más privilegiados y tradicionales de Chile y Latinoamérica.
Las viñas coloniales más reconocidas de Chile se encuentran en el Itata. Además de su clima ideal, su ubicación -relativamente distante de la frontera- permitía una mayor estabilidad laboral a los hacendados militares sin el constante temor de un ataque indígena. En el comienzo del siglo XVII, el presbítero García de Alvarado formó en la ribera del Itata la hacienda de Magdalena, con una viña de 13.000 plantas (Sánchez, 2009), tras lo cual rápidamente aparecieron otras como Conuco, Batuco, Perales, Guaquehua y Torreón”.
Daniel Stewart, “Las viñas de Concepción: distribución, tamaño y comercialización de su producción durante el siglo XVII”.
La vinificación en el Valle del Itata es un patrimonio inmaterial como pocos en la historia chilena. Su cultura de vinificación ha sobrevivido a la modernización, donde se pueden encontrar prácticas que se mantienen hace más de trescientos años. Solo aquí podremos ver formas de cultuvo olvidadas, con parras a la vieja usanza y técnicas de vinificación como por las zarandas de coligüe, los lagares abiertos o la guarda en barricas de madera nativa (Juan José Ledesma, 2015).
El resultado de esta tradición se puede leer en dos versiones de la historia: por una parte, la de un valle con pocas oportunidades de competir a nivel internacional o incluso nacional y, por otro, la de un Itata que no solo atesora un patrimonio, sino que es capaz de dar uno de los vinos naturales más atractivos y competitivos al mundo.
Poco se ha hablado de ellos hasta ahora, pero ya en las antiguas crónicas se referenciaba la notable calidad de los vinos de Itata y se referían a la región como la mayor productora nacional de mostos y vinos (Juan José Ledesma, 2015).